martes, 12 de marzo de 2013

Capítulo 6. Detención (Johnson)


- Al habla el agente Johnson. Estoy subiendo por las escaleras del edificio. – Dijo a la central a través de la radio. 

- Recibido. ¿Dónde está su compañero? – Sonó a través de la radio. 

- Está vigilando las escaleras de incendio, por si el sospechoso trata de escapar. ¿Les queda mucho a los refuerzos? 

- Están de camino. Cinco minutos. 

- Recibido. Esperaré. – Acabo de llegar al pasillo donde estaba el apartamento del sospechoso; el número 108. Apenas está a unos tres metros, así que si alguien trata de salir lo tendré a tiro. De repente, escucho unos gritos que provienen de la casa del sospechoso. Son de hombre y parece que está siendo atacado. – Central, aquí Johnson. Acabo de oír gritos de dentro de la casa del sospechoso. Voy a entrar. 

- Agente, espere refuerzos. Puede ser peligroso. – Apago la radio y me acerco a la puerta del piso con el arma desenfundada. 

- ¡Policía! ¡Abra la puerta inmediatamente! – Grito al llegar a la puerta. No hay respuesta. La puerta está cerrada con llave, así que vuelvo a dar el aviso. - ¡Policía! ¡Abra la puerta o me veré obligado a echarla abajo! – Escucho el ruido de algo de cristal romperse, pero nadie abre la puerta. Me coloco frente a ella y descargo una patada con todas mis fuerzas. El marco de la puerta cruje y se parte, abriendo la puerta de par en par. 

El interior del piso está prácticamente a oscuras. La poca claridad que entra es a través de unas cortinas grises, que hacen que la luz de las farolas deje en penumbra toda la vivienda. También huele a cerrado. Entro y compruebo la primera puerta a mi derecha, la cocina. Está vacía. Hay un par de platos sucios en el fregadero, pero poco más. Continúo adentrándome en la casa hasta llegar al salón. Es pequeño y el mobiliario es bastante austero. Hay un par de sofás y un pequeño mueble que solo tiene un viejo televisor encima. Aunque me quedo helado cuando miro hacia la pared contraria. Toda la pared es un enorme mural de recortes de periódicos y pintadas relacionadas con los crímenes. 

- ¿Señor Mind? Soy el agente Johnson. Salga de donde está. – Escucho un débil gemido que proviene de una de las habitaciones. - ¿Emil? – Voy con el arma lista y me dirijo a la habitación donde he escuchado el ruido. Cuando llego a la puerta, me encuentro con el sospechoso tumbado en la cama. Ésta está totalmente manchada de sangre y sobre el cabecero de la cama hay una palabra escrita con lo que parece sangre: 


- Central, necesito una ambulancia. El sospechoso está malherido. Ha sido apuñalado. – En ese momento noto una punzada en el costado, justo debajo de la costilla. Empiezo a notar un líquido caliente extendiéndose por la camisa. Las fuerzas me están fallando cuando noto un segundo pinchazo. Me giro y veo una figura con un pasamontañas y unas gafas de sol que no dejan nada de piel a la vista. En su mano tiene un cuchillo empapado en sangre, pero en lo que me fijo antes de caer es en el espejo que hay al otro lado de la habitación. En ese momento entiendo todo lo que ha pasado.

martes, 19 de febrero de 2013

Variedades de criminales II

  En una entrada anterior, mencioné que la clasificación de Turvey fue una adaptación de la clasificación de la clasificación de agresores sexuales creada por Robert R. Hazelwood (que fue agente del FBI de la Unidad de Ciencias del Comportamiento en Quantico, donde se sigue utilizando esta clasificación). 

  En la próxima publicación expondré esta clasificación ya que, previa a ella, se debe incluir al violador en otra categoría entre dos en función de la conducta del mismo:

  Conducta pseudo-generosa: Esta conducta suele intentar hacer ver a la víctima que el agresor se preocupa por ella, mientras trata de hacer que ella (la víctima) se implique en el acto sexual. El violador necesita a la víctima para realizar su fantasía de dominación.

  La conducta verbal será más parecida a la de un amante que a la de un agresor, tratando de tranquilizar a la víctima indicándole que no quiere hacerle daño y que no le pasará nada si coopera. No suele ser blasfemo y suelen hacer cumplidos y ser despectivos consigo mismo. Finalmente, suelen pedir perdón por lo que han hecho.

  Respecto a la conducta sexual, el violador suele hacer lo que la víctima se deja hacer. Esto puede deberse a una falta de confianza o a la necesidad de cumplir una fantasía de que la víctima es su pareja. Suele acariciar y pedir ser acariciado y suele pedir que le besen.

  Para acabar, la conducta física suele ser mínima. El agresor no apenas utiliza la violencia. Se suele valer más de amenazas o de intimidación con armas.

  Conducta egoísta: Este tipo es totalmente distinto al violador egoísta. Éste no trata de implicar a la víctima, más bien la usa como a un objeto. Es autocomplaciente y físicamente abusivo.

  Su conducta verbal será ofensiva, abusiva y amenazadora. Insultará a la víctima y tratará de degradarla con todo tipo de comentarios. Suelen obligar a la víctima a que describa lo que está haciendo y la mayoría de lo que digan serán ordenes hacia la víctima.

  La conducta sexual estará centrada en su deseo, haciendo lo que quiera en cada momento, sin tener en consideración a la víctima. Suelen ser proclives a arrastrar, pellizcar, retorcer o golpear partes del cuerpo, mientras que es poco probable (aunque no imposible si ello humilla a la víctima) que pida que le besen o le acaricien.

  Finalmente, la conducta física será moderada, excesiva o brutal, en función de la motivación del ataque o de la resistencia que oponga la víctima.


  Y con esto acabo la explicación de la conducta de los delincuentes sexuales. La próxima publicación será la segunda parte de esta clasificación, que es en función de la motivación.

  Muchas gracias.

Referencias bibliográficas:
Garrido, V. y Sobral, J. (2008). La investigación criminal. La psicología aplicada al descubrimiento, captura y condena de los criminales. Barcelona: Nabla Ediciones.

domingo, 17 de febrero de 2013

Capítulo 5. Caos (Emil)


“NUEVA VÍCTIMA DEL FETICHISTA” es el titular del periódico que tengo en la mano. Junto a él, aparece una foto del edificio rodeado por la policía donde han encontrado el cuerpo. No puedo dejar de temblar, desde que lo he leído. ¿Cómo ha podido pasar? Ya había acabado. No pienso salir de la cama. No puede pasar más.
- ¿Otra más?

Me tapo la cabeza. Si me quedo así no podrá pasar nada más. ¿Por qué ha pasado? Me dijeron que no pasaría más. Que ya estaba todo bien. Que podía ir a casa y tener una vida normal.

- ¿Quién te dijo eso?

En el hospital, me dijeron que estaba bien. Que ya no pasarían cosas malas. Me mintieron. No me contaron la verdad. Sólo querían ganar dinero.

- Todos te mienten.

¿Y ahora qué hago? Terminarán sabiéndolo. Tengo que hacer algo. Si me quedo aquí puede que no me encuentren. Si no salgo, pensarán que me he ido a otro sitio y puede que me busquen en otro sitio. O mejor, puedo irme. Irme muy lejos, allí donde no puedan seguirme. Solamente tengo que buscar algo en casa con lo que escapar. Además, seguro que ya saben que fui yo. Seguro que ahora mismo están viniendo hacia aquí, con todas las armas y las luces y las sirenas. Puede que ahora mismo estén subiendo. Tengo que cerrar el pestillo.

- Idiota. No sabes nada. Lee la noticia.

Es cierto. Quizás ponen si saben algo de mí. La reportera dice que la víctima tiene un aspecto como las anteriores. Que el cuerpo lo encontró un vecino. Que el detective no quiere decir nada. Que parece que no tienen ninguna pista…

- Bien. No tienes que hacer ninguna locura.

Pero no puedo más. Tengo que hacer algo para evitarlo. Si ha pasado otra vez, puede seguir pasando. Tengo que hacer algo. Tengo que hacer algo. Nunca tiene que volver a pasar. Es demasiado malo. Es muy malo. Tengo que hacer algo.

- No puedes hacer nada.

Puedo contarlo. Sí, puedo llamar. En el periódico viene el número de teléfono. O puedo llamar a la policía.

- No hagas eso. Sabes lo que te pasará.

Me da igual. Descuelgo el teléfono y marco el número de la policía.

- Servicio de emergencias del Cuerpo de Policía de Central City, ¿en qué puedo ayudarle? – Me dicen cuando descuelgan.

- Cuelga ahora mismo.

- ¡Cállate!

- ¿Disculpe? ¿Necesita ayuda? ¿Tiene algún problema?

- Hola. Soy Emil Mind, y soy el Fetichista.

domingo, 10 de febrero de 2013

Capítulo 4. La morgue (Dusk)

- ¿Qué opina, doctor? – El forense descubre el cuerpo y al momento el loquero empieza a dar arcadas hasta que vomita en un cubo cercano. Y se supone que nos va a ayudar. Está exactamente igual a como la encontré, excepto por las marcas de la autopsia. Un corte en forma de Y cosido que nace en las clavículas y desciende por el vientre. Le han limpiado la sangre y ahora puedo ver cuántas puñaladas ha recibido. Cuento ocho; y eso solo por delante. 

- Lo siento. Nunca había visto un cadáver. – Se ha puesto tan pálido que si se tumbara en una camilla podría pasar por fiambre. – Lo único que puedo decir a simple vista es que hubo ensañamiento, que suele ser un signo de un crimen donde se han dejado llevar por las emociones. Lo que debería hacer es leer el expediente de la víctima. 

- Está arriba. Si quiere puede ir yendo y pregunte por William Morgan. Sabrá quién eres. – Menos mal que me libro de este tipo. No creo que sirva para mucho en el caso. 

- Pobre chaval. – Me dice el doctor Victor Hoffman riéndose. Este tío siempre me ha desconcertado. No sé como alguien que se lleva todo el día rodeado de muertos puede estar siempre de buen humor. Aunque pensándolo bien, yo estoy siempre rodeado de vivos y no doy saltos de alegría. – Ese ya no vuelve aquí abajo hasta que le toque a él. 

- ¿Qué puedes contarme del cuerpo? – Empiezo a encenderme un cigarrillo cuando Victor me lo arranca de la mano. Tiene mucha fuerza, imagino que de usarla en las autopsias, aunque entre la gente se rumorea que fue boxeador mientras estudiaba en la universidad. Desde luego el aspecto lo tiene: casi dos metros, espaldas enormes y una nariz con pinta de haber sido rota muchas veces. Ahora que lo pienso también podría pasar por pandillero de una de esas bandas que se juntan en las canchas de baloncesto. 

- Pues que, como es evidente, murió desangrada a causa de las veintitrés puñaladas que recibió por todo el cuerpo. – El cabrón lo dice como quien cuenta que anoche llovió. Aun se me revuelve el estómago al acordarme de la escena del crimen. – Y como puedes imaginarte, no ha sido violada. Como todas sus víctimas. – Ya está. Lo ha dicho. Es otra más que añadir a la lista de víctimas del tipo que hace que pierda el sueño por las noches. 

- ¿Estás seguro que ha sido él? 

- Completamente. La apariencia es la misma que la del resto de víctimas y, además, vuelven a faltarle los pendientes. – Hoffman empieza a empujar la camilla hacia una de las cámaras, hasta que se pasa y se vuelve hacia mí. – Por desgracia, no he encontrado nada nuevo que pueda serte útil en la investigación. Lo siento. 

- Da igual. Bueno, te dejo aquí con tus amigos. El loquero imagino que ya habrá dejado de vomitar, así que podré preguntarle qué opina del expediente. – Me dice adiós mientras salgo por las puertas dobles. Lo primero que hago al salir es encenderme un cigarrillo, mientras espero el ascensor.

domingo, 3 de febrero de 2013

Criminales infames: Ted Bundy

El 16 de Agosto de 1975, un policía de patrulla detenía a un coche que le había resultado sospechoso al salir muy deprisa de donde estaba aparcado. Pero este policía no podía imaginarse que acababa de detener a uno de los asesinos en serie más famoso de la historia: Theodore (Ted) Robert Bundy.

Pero debemos remontarnos a su infancia para conocer el origen de este hombre. 

Bundy nació en Noviembre de 1946 en un hogar para madres solteras de Filadelfia. Louise Cowell, su madre, lo dejó durante varias semanas allí hasta que decidió llevarlo con ella a casa de sus padres. Para todos los vecinos, Ted era un hijo adoptado por su abuelo, un déspota que maltrataba a su hija, aunque se cree que a su nieto lo trataba bien.

A los cuatro años, se muda con su madre a Tacoma y es adoptado por la pareja de su madre, a quien Ted considera basto e inculto. En la escuela era un buen estudiante que no destacaba y que se perdía en fantasías sobre padres famosos.

A partir de los diez años, comienza su andadura delictiva paseando por las noches para intentar ver a mujeres en su dormitorio. Con el tiempo, empezó a tratar de estropear los coches de las estudiantes universitarias para poder quedarse con ellas a solas y comienza a robar en tiendas. Por ahora no se había atrevido a dar el siguiente paso con las mujeres, pero se cree que la ruptura con su novia de la universidad, Stephanie Brooks, fue el trampolín que le hizo caer de nuevo en la espiral delictiva, pero a mayor nivel.

Una noche, vio a una mujer que se iba a la cama y comprobó que la puerta estaba abierta. Se abalanzó sobre ella, pero huyó cuando ésta comenzó a gritar. Pero unos pocos meses después (Enero de 1974), se coló en el dormitorio de una chica  y la golpeó en la cabeza varias veces con una barra de metal, para después violarla con ella. La chica estuvo una semana en coma antes de recuperarse.

Con la próxima víctima sí llevó la fantasía hasta el final. Se coló en una casa de estudiantes y se llevó por la fuerza a Lynda Ann Healy. La introdujo en su coche y se la llevó los montes Taylor (a unos 20km. de Seattle), donde la asesinó. Ella fue la primera de cuatro víctimas que aparecieron en los montes Taylor.

A mediados de 1974, ya había matado a cuatro chicas; en Julio del mismo año violó y asesinó a otras dos, a quienes engañó fingiendo necesitar ayuda por estar con el brazo en cabestrillo.

En Septiembre, se traslada a Salt Lake City y, desde Octubre hasta Enero de 1975, violó y  mató a otras cuatro chicas. Carol Daroth hubiera sido la quinta víctima en esta nueva ciudad si no se hubiera lanzado del coche en marcha de Bundy, habiendo sido engañada por él para subir fingiendo ser policía. Pero ese mismo día, frustrado, mató a otra chica: Debbie Kent. Tras este crimen fue cuando fue detenido pero, en uno de los traslados entre cárceles, consiguió escapar en Colorado, aunque sólo fueron unas horas. Pero meses después, volvió a escapar con terribles consecuencias. 

Ted huyó a Florida y en enero de 1978, tras dos años de privación de libertad, entró en la residencia Chi-Omega y ataca a cuatro mujeres, violándolas y matando a dos de ellas. El deseo era tal que había perdido todo el control que tuvo en los otros crímenes y sodomizó y atacó de una forma mucho más violenta. En una de las víctimas, dejó la prueba que le condenaría: dos mordiscos en la nalga izquierda.

Pero no satisfecho, una hora y media después atacó a otra chica en un hostal, pero tiene que huir porque una amiga avisa a la policía al oír los gritos.

La última víctima de Bundy antes de ser detenido de forma definitiva fue en Febrero de 1978; secuestró y mató a Kimberley Leach, de doce años. Fue encontrada dos meses después, cuando Ted ya había sido detenido.

Durante todo el juicio mantuvo su inocencia y se defendió a sí mismo. Rechazó un trato que le hubiera salvado, pero fue condenado por los crímenes de la Residencia Chi-Omega y por el de Kimberley Leach.. Fue ejecutado el 24 de Enero de 1989 en Florida.

Bundy es un claro ejemplo de asesino psicópata sexual. Para él, sus víctimas no eran personas, sino cosas con las que satisfacer sus deseos. Al principio era un criminal organizado (ya veremos qué es esto en futuras entradas), demostrando que poseía una alta inteligencia pero, una vez detenido, se volvió descuidado y fue lo que provocó que lo atraparan finalmente.

Pues con esto acabo la publicación que os prometí como compensación. Espero que os haya gustado y, si es así, intentaré publicar más.

¡Un saludo!

Referencias bibliográficas:
Garrido, V. y Sobral, J. (2008). La investigación criminal. La psicología aplicada al descubrimiento, captura y condena de los criminales. Barcelona: Nabla Ediciones.

Capítulo 3. El seguimiento de la noticia (Parker)

            El ruido que provocan todos los empleados en la redacción va a hacer que me estalle la cabeza. La noticia del nuevo crimen ha hecho que todo el mundo se ponga a trabajar buscando información sobre el crimen: si hay algún sospechoso, qué pruebas se han encontrado, quiénes están trabajando la investigación… Todo eso, junto a la botella de whisky que me bebí anoche no ayuda a que pueda hacer que este dolor mengüe, así que me levanto para cerrar las cortinas y que así entre menos luz.

            Justo cuando estoy de espaldas a la puerta, ésta se abre y antes de que esa persona hable sé de quién se trata. El olor a perfume de imitación y el ruido de los tacones sobre el suelo de madera la delatan.

            - Buenos días Katherine. Supongo que me traes algo relacionado con el crimen, como todos. – Me doy la vuelta y la miro de arriba a abajo. Viste una falda gris de tubo que le llega hasta las rodillas y una blusa blanca, que deja entrever una parte de lo que más de una vez he soñado con ver y tocar. Cuando le miro a la cara sus ojos me cautivan como cada vez que la miro. Apenas me fijo en que lleva la melena rubia recogida en un moño, o en la tersura de su piel; esos enormes ojos azules hipnotizan a cualquiera. Por un momento me olvido de por qué está allí. - ¿Qué traes?

            - Buenos días Gordon. Traigo un par de fotos del inspector Dusk junto a un desconocido, entrando en la comisaría. – Por como habla, no se ha dado cuenta de cómo la miraba. O simplemente me ignora. – Mira. Las ha tomado un fotógrafo amigo mío esta mañana sobre las diez y cuarto.

            Me coloca tres fotos sobre la mesa y me acerco a mirarlas. En la primera foto aparece un hombre joven, de unos treinta años, delgado y con el pelo engominado hacia atrás, que viste unos vaqueros y un polo. Lo más llamativo son las gafas de pasta que lleva, hace años que ya no se llevan. En otra foto se le ve a él junto con alguien a quien sí conozco: el inspector Oliver Dusk. Como siempre, sale con su expresión hosca y con el siempre presente cigarrillo en la mano. En esta foto se puede apreciar la diferencia entre ambos hombres. Mientras Dusk es bastante grande y fornido, el desconocido es por lo menos una cabeza más bajo y mucho menos robusto. La tercera foto los muestra a ambos entrando en la comisaría.

            - ¿Qué te parecen jefe? – Me pregunta Katherine, mientras se inclina sobre la mesa deleitándome con una gran vista.

            - Están bastante bien. – Realmente ni yo sé sobre qué estoy opinando. – Las quiero en la edición de mañana. Y quiero que te pongas a investigar sobre el otro hombre. Quiero saberlo todo: nombre, edad, trabajo, dónde vive, si tiene perro, si se lleva bien con sus vecinos… Todo lo que pueda servir para saber si es un sospechoso o un testigo.

            - No creo que sea un testigo. Estuve anoche en la escena del crimen desde que llegó la policía y no recuerdo que ningún agente hablará de algún testigo, ni tampoco vi a nadie.

            - Entonces, ¿estás diciendo que crees que es el sospechoso?

            - No. Solamente digo lo que vi. De todas formas no deberíamos precipitarnos. Llamaré a mi contacto en la policía e intentaré que me cuente todo lo que sepa sobre este tipo.

            - Está bien. Ve y haz tus llamadas. Tengo mucho trabajo que hacer.

            - Vale. Hasta luego jefe. – Dice mientras se marcha cerrando la puerta tras ella. El olor de su perfume se queda durante un rato en el despacho, hasta que resulta empalagoso. Cojo el teléfono y marco un número al que ya he llamado muchas veces.

            - Hola. Buenos días. Soy Gordon Parker. ¿Podría hablar con Alex King?

viernes, 1 de febrero de 2013

Variedades de criminales I

  Existen varias clasificaciones en lo que respecta a los tipos de criminales. Hoy os expondré una de ellas: la que se basa en la motivación del criminal.

  Esta clasificación fue desarrollada por el criminalista Brent Turvey a partir de una clasificación de violadores desarrollada por Hazelwood en 1995 (también adaptando éste una anterior del psicólogo Nicholas Groth en 1979).

  Esta clasificación, en lugar de agruparlos por el tipo de delicuente, lo hace en función de la motivación que los lleva a delinquir, siendo algo secundario el delito cometido. La clasificación es la siguiente:

  1. Agresión por venganza: El agresor muestra mucha ira hacia la/as víctima/as. Estos ataques son habituales en agresiones sexuales entre extraños, homicidios domésticos o laborales y en crímenes por ideología o política. Suelen atacar de forma sorpresa, aplicando mucha fuerza física y violencia.
  2. Agresión sádica: Son aquellas en las que se busca la obtención de placer por medio del sufrimiento de la víctima. La motivación principal es sexual, aunque esta es manifestada por el agresor mediante la agresión o la tortura. Las víctimas suelen pertenecer a grupos de alto riesgo (prostitutas, personas sin hogar, drogadictos) o personas con escasa autoestima o capacidad defensiva. Se suelen valer del engaño para atraer a la víctima.
  3. Agresión por aserción de poder: El agresor quiere demostrar que posee el control a través de la fuerza. Suelen volverse más confiados con el tiempo, lo que puede hacer que incurran en errores. Aunque suelen dañar a la víctima, no es su finalidad, sino poseerlas sexualmente para demostrar su poder. La violencia en sus actos es un modo de aumentar su autoestima. Atacan mediante engaños o sorpresa y suelen emplear amenazas, armas o la fuerza física.
  4. Agresión para ganar confianza o por compensación: El agresor busca compensar con violencia su confianza. Esto puede deberse a que en su vida normal es un incompetente social. No suelen ser muy violentos y suelen justificarse argumentando que la víctima también disfrutó. Suelen atacar por sorpresa y mantienen el control mediante amenazas y armas, ya que no suelen tener la fuerza física para controlar a la víctima mediante ella.
  5. Agresión por lucro: Suelen buscar una ganancia personal o material. Aquí podría encontrarse cualquier tipo de conducta y cualquier tipo de delito, ya que el delito es el medio, no la finalidad.

  Hasta aquí con la publicación de hoy. Siento no haber publicado la semana pasada e intentaré compensarlo con una publicación este domingo (además de la mañana).

¡Un saludo!

Referencias bibliográficas:
Garrido, V. y Sobral, J. (2008). La investigación criminal. La psicología aplicada al descubrimiento, captura y condena de los criminales. Barcelona: Nabla Ediciones.

sábado, 19 de enero de 2013

Capítulo 2. La consulta (Thomas)


            Son las ocho cuarenta y dos de la mañana cuando empieza a sonar el teléfono. Me incorporo de la cama y me tapo la cara para evitar la claridad que me molesta en los ojos. La luz del Sol entra por el gran ventanal que ocupa una de las paredes enteras del apartamento. Las vistas son impresionantes; abarcan todo el distrito financiero de Central City, con sus enormes rascacielos a las orillas del río Green. El teléfono sigue sonando.

            - ¿Quién será el que llama un Sábado a estas horas? – Me levanto de la cama y voy hasta la cocina, donde dejé el móvil la pasada noche cuando volví del despacho. El número en la pantalla aparece como oculto. De todas maneras descuelgo. - ¿Sí? ¿Quién es?

            - ¿Es usted el Dr. Thomas Starling? – La voz es grave y quien sea habla lenta y pausadamente.

            - Sí, soy yo. Pero, ¿con quién estoy hablando? – Posiblemente sea un nuevo cliente. Por desgracia, ahora mismo no tengo ningún hueco libre.

            - Soy el inspector Oliver Dusk, de la unidad de homicidios de la comisaría del distrito nueve. Me gustaría saber si podría venir para colaborar con nosotros en una investigación.

            - ¿Estoy acusado de algo? – Lo primero que pienso es que algún paciente me ha denunciado por algún motivo.

            - No tengo constancia de ninguna denuncia. Le hemos llamado a usted porque es el único psicólogo especializado en trastornos antisociales de la personalidad que hay en la ciudad.

            - Sí, bueno. Pero ya hace tiempo que no trato a ningún paciente de ese tipo. Ahora estoy centrado en trastornos del estado de ánimo. - Por un momento me planteo decir que no estoy interesado pero, por desgracia, la curiosidad y el morbo me dominan. - De todas maneras, tengo el día libre así que me pasaré para ayudaros en lo que pueda.

             - Muchas gracias Doctor Starling.

        - De nada. Hasta luego. – Cuando cuelgo comienzo a preguntarme qué será lo que quieren que vea. Me doy una ducha rápida, me visto con unos vaqueros y una camisa azul y cojo mi ordenador portátil. Cuando bajo a la calle intento parar varios taxis hasta que en el cuarto intento uno se para y consigo subirme.

            Tras indicarle el destino, en unos quince minutos llego a la comisaría. El edificio es un conjunto de estructuras cuadradas y rectangulares de cemento pintadas de blanco. La estructura central es un rectángulo con una puerta doble automática de cristal. Parece que ha sido construida hace poco tiempo. Aunque se ven personas y agentes entrando y saliendo, todo está tranquilo. Le pago al taxista y me dirijo hacia la entrada.

            «Espero no arrepentirme de esto» - Es lo último que pienso antes de entrar en la comisaría.

miércoles, 16 de enero de 2013

El origen del criminal

  Cuando leéis o escucháis alguna noticia sobre un crimen, muchas veces os haréis alguna de estas preguntas: ¿cómo ha podido hacer eso?, ¿qué le ha llevado a realizar el crimen?, ¿cómo alguien llega al punto de realizar ese tipo de conductas?. La criminología también se ha hecho esas preguntas en un intento de encontrar la respuesta.

  Para tratar de explicar eso, existen multitud de teorías y paradigmas que no parecen ponerse de acuerdo en el porqué alguien decide cometer un delito o crimen. Algunas defienden que se debe al libre albedrío; otras, que se debe a factores biológicos; también hay otras que destacan el papel de factores como la inteligencia o la personalidad; y la mayoría defienden que se debe a un cúmulo de factores sociales.

  Como podéis ver, existe un serio problema a la hora de abordar el origen de la criminalidad, ya que, los distintos paradigmas abordan distintos objetos de estudio. Por ejemplo, unas tienen como objeto de estudio la conducta de la ley y la justicia, y otras tienen la conducta delictiva. A su vez, también parten de puntos de partida totalmente diferentes; mientras que las teorías basadas en el libre albedrío defienden la libertad de la persona para elegir, aquellas teorías que explican la criminalidad como producto de un conjunto de factores pasados (sociales, biológicos,etc.) son deterministas.

  Existe un cierto consenso sobre la existencia de tres paradigmas en criminología, que son los siguientes:
  1. Paradigma del libre albedrío: atribuye a los seres humanos la capacidad para decidir acerca de delinquir o no, por lo que su objeto de estudio será el desarrollo de estrategias de disuasión con respecto a la delincuencia y la creación de castigos para aquellos que infrinjan las normas.
  2. Paradigma científico: defienden la existencia de factores sociales e individuales que se encuentran con la aparición de conductas delictivas, siendo su objeto de investigación el descubrimiento de los factores que originan esa conducta criminal. Actualmente, este es el paradigma más aceptado.
  3. Paradigma del conflicto social: se centra en el estudio de los mecanismos sociales que conducen a la especificación de un cierto número de conducta como delictivas. Su objeto de estudio es el modo en el que tendría que redefinirse (mediante reformas sociales, económicas, legales) la sociedad para hacer desaparecer la delincuencia.
  De este modo, se establecen tres paradigmas que, aunque estudian la criminología, lo hacen desde perspectivas diferentes y con objetivos diferentes. Cada uno de ellos establece unos factores diferentes como origen del crimen, por lo que cada persona puede elegir el que mejor se adecue a su forma de pensar.

  Y tú, ¿cuál crees que es el origen del criminal?

Referencias bibliográficas
Garrido, V. y Sobral, J. (2008). La investigación criminal. La psicología aplicada al descubrimiento, captura y condena de los criminales. Barcelona: Nabla Ediciones.
Garrido, V., Stangeland, P. y Redondo S. (2006). Principios de criminología. Valencia: Tirant Lo Blanch.

sábado, 12 de enero de 2013

Capítulo 1. La escena del crimen (Dusk)


            La habitación del hotel se encuentra en penumbra, levemente iluminada por la luz que llega de una farola que se haya al otro lado de la calle. Por la ventana abierta llegan los ruidos de la ciudad a primeras horas de la noche; coches, sirenas de policía y algún ladrido de un perro se oyen desde el cuarto piso donde me encuentro.

            Sobre la mesa, aun consumiéndose en el cenicero, un cigarrillo que nadie ha fumado. Hace muy poco que todo acabó aquí. En la cama deshecha, una chica cuyo último aliento ya ha expirado. Es joven, veinte años a lo sumo, rubia, de piel muy clara. Es lo único que puedo distinguir, ya que alguien se ha ensañado con ella. Ha recibido tantas puñaladas, que las blancas sábanas están totalmente teñidas en rojo sangre. Me cuesta mucho mantener la mirada, podría perfectamente ser mi hija.

            - Chico, ¿has acabado ya con las fotos? – El poli que está tomando las fotografías parece que salió hace menos de un mes de la academia – Los del hospital me han preguntado si pueden llevarse ya el cuerpo.

            - Sí, inspector. – Me dice apagando la cámara y guardándola en una funda. Sale de la habitación mientras entran los enfermeros con una camilla.

            - Ahí la tenéis. – Les digo mientras salgo yo también y me enciendo un cigarrillo en el pasillo. Los camilleros hacen su trabajo, acostumbrados, por lo que parece, a escenas como esa. En el pasillo, algunas puertas están entreabiertas. Inquilinos demasiado curiosos; sin saber que quizás podrían haber sido ellos a quienes hubiera visitado esta noche.

            Mientras bajo las escaleras me cruzo con un anciano que se aparta asustado para dejarme pasar. En esta ciudad la gente cree que nosotros somos los malos; y solo porque algunos agentes piensan que deberían tener más poder del que tienen. Cuando salgo a la calle, una multitud se ha arremolinado junto a la ambulancia y los coches de policía. Un par de agentes retienen a la gente, entre quienes hay algún que otro periodista. Todos se tratan de acercar para preguntarme. Por desgracia, mi coche está bastante alejado, tendré que aguantarlos hasta llegar a él.

            - Tratad de retenerlos. No me apetece tener que mandarlos a la mierda. – Le digo a los dos policías mientras tomo dirección al coche. Los periodistas los empujan pero no consiguen pasar. Comienzo a encenderme otro cigarrillo cuando escucho que alguien me llama.

            - Inspector Dusk, ¿podría concederme algunas preguntas? – Una mujer que ronda los treinta años, se acerca a mí haciendo sonar los tacones contra la acera. Lleva un abrigo oscuro que solamente deja ver una falda negra que llega justo por debajo de la rodilla. Sobre su larga y ondulada melena rubia, un pequeño gorro a juego con el abrigo. Aunque lo que más me llama la atención son sus penetrantes ojos azules.

            - ¿Y tú quién eres? – No me apetece hablar con nadie. Solamente quiero llegar a casa y acostarme. Ha sido un día duro.

            - Me llamo Katherine Blue, del Central Journal. ¿Es usted quién está al mando de la investigación de lo ocurrido esta noche? – Me mira fijamente sin apartar la vista de mis ojos. No parece intimidada como el resto de ciudadanos.

            - Sí, soy yo. Pero no puedo proporcionar ninguna información. – Corto tajantemente. Ya he llegado al coche y estoy sacando las llaves, pero ella no parece dispuesta a marcharse.

            - ¿Sabe si el crimen es obra del asesino conocido como El Fetichista?

            - No sé nada. Lo sabremos cuando el médico examine el cadáver. Buenas noches señorita Blue. – Me monto en el coche y por fin parece que decide marcharse. Arranco el motor mientras le oigo darse la vuelta y marcharse de nuevo hacia el hotel. Estoy deseando llegar a mi casa. Mañana me espera un día muy duro.

martes, 8 de enero de 2013

¿Qué es la criminología?

  Hola a todos.

  Creo que para darle un buen comienzo (de nuevo) a este blog debería empezar con aquello que me ha llevado a rediseñar el blog, que era el incluir la criminología en él. ¿Y qué mejor manera que empezando a explicar qué es la criminología?

  De forma sencilla, la RAE define la criminología como la "ciencia social que estudia las causas y circunstancias de los distintos delitos, la personalidad de los delincuentes y el tratamiento adecuado para su represión." Pero trataré de ir un poco más allá.

  La criminología es considerada una ciencia interdisciplinaria, refiriéndose a que es una combinación de varias disciplinas (en este caso serían el derecho, la antropología, la psicología y la medicina forense entre otras). De todas ellas se ha ido nutriendo durante más de cien años hasta ser tal y como es hoy en día.

  Como ciencia, debe tener un objeto de estudio. En este caso podríamos decir que su objeto de estudio es la confluencia de dos dimensiones: el comportamiento delictivo y la reacción social a estos delitos. Estas dos dimensiones no pueden definirse de forma separada, ya que no existiría comportamiento delictivo si la sociedad no lo considerada como tal, ni habría una reacción social si no hubiera delitos. De todas maneras, aunque el objeto de estudio sea tan global, dentro de él encontramos áreas de estudio más concretas como el delito, el delincuente, la víctima o el control social.

  El delito es definido como todo aquel comportamiento que en el código penal está tipificado como tal. Esta definición puede resultar demasiado simple para el ámbito de la criminología, ya que lo que es considerado delito en un lugar o país, puede no serlo en otro (véase la prostitución, la venta y consumo de ciertas sustancias o el maltrato animal), por lo que la criminología ha tratado de clasificar el comportamiento delictivo en tres grados: comportamientos penalizados y castigados en (casi) cualquier sociedad moderna; comportamientos penalizados, pero sobre los que la ley se aplica con escasa frecuencia y comportamientos en vía de penalización o despenalización.

  El área de estudio del delincuente es una de las que más número de investigaciones ha tenido. El delincuente es aquel que comete un delito y se estudia todo tipo de factores y variables que han podido influir en él y que lo han llevado a delinquir. En un futuro dedicaré más tiempo a este área.

  El estudio de la víctima, o victimología, también es objeto de muchas investigaciones, ya que es de gran importancia el conocer el efecto del delito sobre la víctima o las formas de prevenir el convertirse en víctima de un delito.

  Por último está el estudio del control social, que no es otra cosa que el efecto que ejerce la sociedad para controlar el crimen. Para ello existen dos tipos de control social: el formal y el informal.

  Con esto acabo la primera entrada. Intentaré ir ampliando conceptos y definiciones en próximas entradas.

  ¡Un saludo!

Referencias bibliográficas: Garrido, V., Stangeland, P. y Redondo S. (2006). Principios de criminología. Valencia: Tirant Lo Blanch.