La habitación del hotel se encuentra
en penumbra, levemente iluminada por la luz que llega de una farola que se haya
al otro lado de la calle. Por la ventana abierta llegan los ruidos de la ciudad
a primeras horas de la noche; coches, sirenas de policía y algún ladrido de un
perro se oyen desde el cuarto piso donde me encuentro.
Sobre la mesa, aun consumiéndose en
el cenicero, un cigarrillo que nadie ha fumado. Hace muy poco que todo acabó
aquí. En la cama deshecha, una chica cuyo último aliento ya ha expirado. Es
joven, veinte años a lo sumo, rubia, de piel muy clara. Es lo único que puedo
distinguir, ya que alguien se ha ensañado con ella. Ha recibido tantas
puñaladas, que las blancas sábanas están totalmente teñidas en rojo sangre. Me
cuesta mucho mantener la mirada, podría perfectamente ser mi hija.
- Chico, ¿has acabado ya con las
fotos? – El poli que está tomando las fotografías parece que salió hace menos
de un mes de la academia – Los del hospital me han preguntado si pueden
llevarse ya el cuerpo.
- Sí, inspector. – Me dice apagando
la cámara y guardándola en una funda. Sale de la habitación mientras entran los
enfermeros con una camilla.
- Ahí la tenéis. – Les digo mientras
salgo yo también y me enciendo un cigarrillo en el pasillo. Los camilleros
hacen su trabajo, acostumbrados, por lo que parece, a escenas como esa. En el
pasillo, algunas puertas están entreabiertas. Inquilinos demasiado curiosos;
sin saber que quizás podrían haber sido ellos a quienes hubiera visitado esta
noche.
Mientras bajo las escaleras me cruzo
con un anciano que se aparta asustado para dejarme pasar. En esta ciudad la
gente cree que nosotros somos los malos; y solo porque algunos agentes piensan
que deberían tener más poder del que tienen. Cuando salgo a la calle, una
multitud se ha arremolinado junto a la ambulancia y los coches de policía. Un
par de agentes retienen a la gente, entre quienes hay algún que otro
periodista. Todos se tratan de acercar para preguntarme. Por desgracia, mi
coche está bastante alejado, tendré que aguantarlos hasta llegar a él.
- Tratad de retenerlos. No me
apetece tener que mandarlos a la mierda. – Le digo a los dos policías mientras
tomo dirección al coche. Los periodistas los empujan pero no consiguen pasar.
Comienzo a encenderme otro cigarrillo cuando escucho que alguien me llama.
- Inspector Dusk, ¿podría concederme
algunas preguntas? – Una mujer que ronda los treinta años, se acerca a mí
haciendo sonar los tacones contra la acera. Lleva un abrigo oscuro que
solamente deja ver una falda negra que llega justo por debajo de la rodilla.
Sobre su larga y ondulada melena rubia, un pequeño gorro a juego con el abrigo.
Aunque lo que más me llama la atención son sus penetrantes ojos azules.
- ¿Y tú quién eres? – No me apetece
hablar con nadie. Solamente quiero llegar a casa y acostarme. Ha sido un día
duro.
- Me llamo Katherine Blue, del Central Journal. ¿Es usted quién está al
mando de la investigación de lo ocurrido esta noche? – Me mira fijamente sin
apartar la vista de mis ojos. No parece intimidada como el resto de ciudadanos.
- Sí, soy yo. Pero no puedo
proporcionar ninguna información. – Corto tajantemente. Ya he llegado al coche
y estoy sacando las llaves, pero ella no parece dispuesta a marcharse.
- ¿Sabe si el crimen es obra del
asesino conocido como El Fetichista?
- No sé nada. Lo sabremos cuando el
médico examine el cadáver. Buenas noches señorita Blue. – Me monto en el coche
y por fin parece que decide marcharse. Arranco el motor mientras le oigo darse
la vuelta y marcharse de nuevo hacia el hotel. Estoy deseando llegar a mi casa.
Mañana me espera un día muy duro.