domingo, 10 de febrero de 2013

Capítulo 4. La morgue (Dusk)

- ¿Qué opina, doctor? – El forense descubre el cuerpo y al momento el loquero empieza a dar arcadas hasta que vomita en un cubo cercano. Y se supone que nos va a ayudar. Está exactamente igual a como la encontré, excepto por las marcas de la autopsia. Un corte en forma de Y cosido que nace en las clavículas y desciende por el vientre. Le han limpiado la sangre y ahora puedo ver cuántas puñaladas ha recibido. Cuento ocho; y eso solo por delante. 

- Lo siento. Nunca había visto un cadáver. – Se ha puesto tan pálido que si se tumbara en una camilla podría pasar por fiambre. – Lo único que puedo decir a simple vista es que hubo ensañamiento, que suele ser un signo de un crimen donde se han dejado llevar por las emociones. Lo que debería hacer es leer el expediente de la víctima. 

- Está arriba. Si quiere puede ir yendo y pregunte por William Morgan. Sabrá quién eres. – Menos mal que me libro de este tipo. No creo que sirva para mucho en el caso. 

- Pobre chaval. – Me dice el doctor Victor Hoffman riéndose. Este tío siempre me ha desconcertado. No sé como alguien que se lleva todo el día rodeado de muertos puede estar siempre de buen humor. Aunque pensándolo bien, yo estoy siempre rodeado de vivos y no doy saltos de alegría. – Ese ya no vuelve aquí abajo hasta que le toque a él. 

- ¿Qué puedes contarme del cuerpo? – Empiezo a encenderme un cigarrillo cuando Victor me lo arranca de la mano. Tiene mucha fuerza, imagino que de usarla en las autopsias, aunque entre la gente se rumorea que fue boxeador mientras estudiaba en la universidad. Desde luego el aspecto lo tiene: casi dos metros, espaldas enormes y una nariz con pinta de haber sido rota muchas veces. Ahora que lo pienso también podría pasar por pandillero de una de esas bandas que se juntan en las canchas de baloncesto. 

- Pues que, como es evidente, murió desangrada a causa de las veintitrés puñaladas que recibió por todo el cuerpo. – El cabrón lo dice como quien cuenta que anoche llovió. Aun se me revuelve el estómago al acordarme de la escena del crimen. – Y como puedes imaginarte, no ha sido violada. Como todas sus víctimas. – Ya está. Lo ha dicho. Es otra más que añadir a la lista de víctimas del tipo que hace que pierda el sueño por las noches. 

- ¿Estás seguro que ha sido él? 

- Completamente. La apariencia es la misma que la del resto de víctimas y, además, vuelven a faltarle los pendientes. – Hoffman empieza a empujar la camilla hacia una de las cámaras, hasta que se pasa y se vuelve hacia mí. – Por desgracia, no he encontrado nada nuevo que pueda serte útil en la investigación. Lo siento. 

- Da igual. Bueno, te dejo aquí con tus amigos. El loquero imagino que ya habrá dejado de vomitar, así que podré preguntarle qué opina del expediente. – Me dice adiós mientras salgo por las puertas dobles. Lo primero que hago al salir es encenderme un cigarrillo, mientras espero el ascensor.